lunes, 6 de junio de 2011

Nada ni nadie...

Un día el elefante le dijo a la alondra que le tenía envidia por poder volar.

¡Cuanto le gustaría remontarse por los aires, ver la tierra desde las alturas, llegar a cualquier sitio en cualquier momento! Pero con su peso... ¡era imposible!

La alondra le dijo que era muy fácil. Se quitó con el pico una pluma de la cola y le dijo:

"Aprieta fuerte esta pluma en la boca, y agita rápidamente las orejas arriba y abajo"

El elefante hizo lo que la alondra le había dicho. Apretó con fuerza la pluma en la boca para que no se le fuese y comenzó a agitar sus grandes orejas arriba y abajo con toda su energía.

Poco a poco noto que se levantaba, despegaba, se sostenía en el aire y podía ir donde quisiese por los aires con toda facilidad.

Vio la tierra desde las alturas, vio los animales y los hombres, cruzo por lo alto el río profundo que había marcado el límite de su territorio, exploro paisajes desconocidos, y volvió al fin, feliz y contento a aterrizar al sitio donde había dejado a la alondra.

"No sabes cuanto te agradezco esta pluma milagrosa", le dijo.

Y se la guardo cuidadosamente detrás de la oreja para volver a usarla en cuanto quisiera volar otra vez.

La alondra le contesto: "Oh, esa pluma. La verdad es que no vale nada. Se me iba a caer de todos modos, y era inútil"

"Pero tenia que darte algo para que creyeras, y se me ocurrió eso. Lo que te hizo volar fue lo bien que agitaste las orejas"


Nada ni nadie...

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